domingo, 8 de noviembre de 2020

Kamala Harris y la búsqueda de la equidad - por Ryan Bourne



“Hay una gran diferencia entre la igualdad y la equidad. La igualdad sugiere, “todos deberían recibir la misma cantidad”. El problema con eso, es que no todos empiezan desde el mismo lugar. Así que si todos estamos recibiendo la misma cantidad, pero tú empezaste allá atrás y yo aquí adelante, podríamos recibir la misma cantidad, pero tú todavía estarás mucho más atrás que yo. Esto se trata acerca de darle a la gente los recursos y el respaldo que necesitan, de tal manera que todos puedan estar al mismo nivel, y luego competir en igualdad de condiciones. El trato equitativo significa que todos acabamos en el mismo lugar”. 

El texto de arriba es el texto de un video circulado en Twitter por la nominada a la vicepresidencia por el Partido Demócrata, Kamala Harris. Es justo decir que ha llamado la atención entre conservadores, liberales e incluso algunos comentaristas de centro izquierda, especialmente considerando que la campaña de Biden se basada en la moderación en la política. 

La reacción inicial se ha enfocado en la misma oración final, interpretándola como un respaldo de Harris por haber logrado “la igualdad de resultados” a través de la política estatal. Andrew Sullivan, por ejemplo, twiteó “El trato equitativo significa que todos acabamos en el mismo lugar. Esa es la igualdad de *resultados* que se hace cumplir por el Estado. A eso lo solían llamar comunismo”. Como escribió una vez Friedrich Hayek, “Hay toda la diferencia del mundo entre tratar a las personas igual y tratar de hacerlas iguales. Mientras que lo primero es la condición de una sociedad libre, lo segundo significa, como De Tocqueville lo describió, ‘una nueva forma de esclavitud’”.

Esta interpretación del video de Harris no es la única que podemos derivar del texto, sin embargo, ni siquiera es la más generosa. Una alternativa, sospecho, está más cercana a su visión y va más o menos así: “si le damos a todos una verdadera ‘igualdad de oportunidades’ [que ella define como equidad] entonces no hay una verdadera razón para esperar que los resultados entre las personas o distintos grupos sería drásticamente diferente”.

De hecho, el punto de partida para gran parte de la política progresista es la idea de que las diferencias en representación o ingreso o riqueza entre los distintos grupos se debe a la discriminación de la sociedad o las políticas, en lugar de distintas decisiones libres entre los individuos. Si elimináramos la discriminación y las desventajas, piensan ellos, esas brechas desaparecerían. 

Ahora, hay dos grandes problemas con esta línea de pensamiento desde una perspectiva liberal. La primera es que la “igualdad de oportunidades” es en sí misma un principio sin límites. ¿Acaso la idea es que todas las personas deberían poder usar sus talentos, en ausencia de restricciones impuestas por el estado, para perseguir sus ambiciones? ¿Se refieren a que cualquier política o acción estatal debería tratar a todos los individuos como iguales ante la ley? Quizás algunos lo entienden así, pero lamentablemente ninguna de estas interpretaciones reflejan cómo la frase se usa en el más amplio discurso político —usualmente como la idea de que el gobierno debería intervenir y compensar por las “desventajas” que algunos sufren en relación a otros. 

El problema es que, llevado a su punto lógico extremo, el deseo de igualar las oportunidades es igual de totalitario que los intento de igualar los resultados. ¿Por qué? Bueno, algunas personas siempre tendrán ventajas en relación a otros, incluyendo la herencia genética como la apariencia física o la estatura, incluso antes de que pensemos acerca de las finanzas, o una mejor crianza, o crecer en un barrio decente. Intentar eliminar todas esas brechas de oportunidades es imposible y, desde una perspectiva liberal, profundamente indeseable. Tal agenda, de hecho, prohibiría el altruismo, que las familias cuiden a sus hijos, y el comportamiento prudente.  

Y, en gran medida, incluso los progresistas aceptan esto. Si, usted ve a la izquierda dura presionando por confiscar todas las herencias y proveer cuidados para niños estatal desde el nacimiento. Pero la mayoría de la clase política le rinden homenaje al principio de la igualdad de oportunidad, mientras que no persiguen sus formas más extremas. Si, hay un deseo expresado de asegurar que todos los niños reciban una educación, pero muy pocos buscan prohibir que los padres les lean a sus hijos como algún tipo de “ventaja” injusta que otros niños no tienen. Al menos se aceptan que, después de cierta edad, el gobierno no tiene la responsabilidad de eliminar todas las “desventajas”, especialmente si son el resultado de decisiones libres. El segundo problema con la perspectiva de Harris, sin embargo, es que es empíricamente falso que cuando se da cierta equidad en términos de oportunidades, la gente termina en el mismo lugar. No hay absolutamente razón alguna para esperar que distintos individuos y, por lo tanto, distintos grupos, logren los mismos resultados económicos o incluso sean igualmente representados cuando todo acerca de su crianza, educación, experiencia de trabajo y más elemtnos sean iguales. 

Thomas Sowell documenta esto brillantemente en su libro Discrimination and Disparities, en el que desde el principio explica cómo el éxito requiere de muchos requisitos previos, tales como la inteligencia, el esfuerzo, y vivir en un lugar con buenas instituciones. Esto puede conducir a una distribución de resultados altamente distorsionada, incluso si se toman extensas medidas para igualar las oportunidades y aún cuando no exista discriminación.  

Vemos esto en los mercados laborales hoy. Los progresistas muchas veces suelen hablar cómo si las brechas de salarios entre los distintos géneros existen únicamente debido a la discriminación por parte de empleadores, o debido a las actitudes en la sociedad que influyen sobre la política estatal. Aún así en la plataforma Uber donde las discriminación no es posible, una “brecha de salarios entre géneros” de 7 por ciento existe entre hombres y mujeres, en parte debido a cómo los conductores hombres y mujeres usan el app, las zonas en las que manejan, y la velocidad a la que manejan. 

De igual forma, un estudio de las brechas salariales entre géneros en Mechanical Turk, que es una plataforma anónima, incluso ajustando para la experiencia y la educación, encontró una brecha salarial entre hombres y mujeres de más de un 10 por ciento debido a las tareas que los sexos, en promedio, deciden seleccionar. Nuevamente, la naturaleza de esta plataforma hace que la discriminación sea imposible. 

Nada de esto es para negar que la discriminación existe en otras partes en la sociedad. Como mi colega Michael Tanner ha explicado brillantemente en su libro The Inclusive Economy, muchas veces las políticas públicas por sí mismas restringen las oportunidades de los pobres u otros grupos. Eliminar estas malas políticas —brindando el doble beneficio de más oportunidades y mejores probabilidades en la vida—es un objetivo que todos podríamos compartir. 

Pero generalmente, no hay razón para esperar que incluso si “el trato equitativo” pudiese ser logrado, de la manera que Harris lo define, que podríamos todos “acabar en el mismo lugar”. Si la ausencia de igualdad de resultados es presentada en todos lados y cualquier lugar como una evidencia de inequidades en las probabilidades en la vida que requieren de una acción estatal, entonces no solo los políticos como Harris estarán siempre decepcionados, sino que sufriremos una serie de intervenciones estatales que restringen la libertad en búsqueda de un objetivo elusivo. Los resultados muchas veces son desiguales, y si es así debido a la persecución libre de nuestras ambiciones, eso está bien.


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